El sonido de la lluvia en el
techo me recuerda la primera vez que te vi.
La primera vez que te vi en
persona, 
que admiré tus hermosos ojos y
tu boquita de miel.
Entonces, no sabía que
tendrías colochos
 y que el sonido de tu voz diciéndome papito
 acabaría con mi resistencia de macho
insensible.
Cuando acaricio tu suave piel
los domingos por la tarde
 y observo esa linda y esperada sonrisa dedicada
solo a mí, 
completas mi vida.
Y aunque sé que el amor de la
única mujercita que me quiere,
 tal cual soy, cambiará eventualmente
 por vergüenza ante amigos y otros.
Desearía que nunca olvides que
soy yo el hombre, 
que en toda tu vida, más te amó,
como ninguno.
 
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario