lunes, 5 de agosto de 2019

Suspiro



Faltaban pocos minutos para que las manecillas del reloj marcaran las 2 de la tarde, caminaba por los pasillos del Hospital cuando el aroma de café empezaba a apoderarse del ambiente. De pronto, percibo un aroma distinto y suspiro.

¿Será posible? Hace tanto...era el olor del dulce perfume que usaba cuando la conocí.

Mi corazón se hace un puño, cierro los ojos y en mi mente aparecen aquellas delicadas manos y esa tierna mirada que me llenaba de paz y alegría, casi siento que la escucho y en mi mejilla baja una lágrima. Sacudo la cabeza, abro los ojos, camino algunos pasos y cruzo algunas palabras con alguien más, mientras el olor del café termina de llenar los pasillos.

Es hora de atender unos pendientes a algunas cuadras del Hospital, frente al monumento de Gardel. Hace días que debí haber terminado eso.

Espero regresar antes de la hora del café, en la empresa lo tomamos un poco más tarde aunque igual llevaba un poco más de prisa que lo usual. Había avanzado un par de cuadras, estaba a la mitad de camino cuando de pronto veo un cabello desacomodado y una frágil figura cargando una mochila, caminando a pocos metros de mí, era ella. La que una vez amé. El dulce aroma de su perfume fue casi una premonición. Me tiemblan las piernas y el corazón quería salirse de mi pecho; como cuando nos dimos aquel primer beso, algunos años atrás.

Hace algún tiempo caminábamos por estas mismas calles; de la mano, codo a codo, suspirando el uno por el otro, buscando alguna cafetería o simplemente dando un paseo y conversando de nuestras vidas, haciéndonos el bien el uno al otro.

No puedo detener la marcha, me esperan por el portón junto a Gardel. Procuro acelerar mi caminar,  paso a su lado tratando de que no me mire, realmente la última vez que hablamos las cosas  no terminaron bien. Fue imposible, sorprendida me saluda y me abraza-quisiera que este momento fuera eterno-. La belleza de su pálido rostro opacó a las flores de verano de los Robles Sabana.

¿Qué andas haciendo por acá? le digo, un poco confundida me dice: Me voy para Argentina...por fin saldré para continuar mis estudios.

Un poco enojada o tal vez confundida, me explica la situación y solo trato de asentir con la cabeza, no puedo sentir más que una profunda alegría, por fin cumplía uno de sus mayores sueños. Pasa por mi cuerpo aquel recuerdo de cuando nos conocimos y nuevamente suspiro.

Los dos íbamos con apuro, fue una charla corta, le deseo la mayor de las suertes y separamos de nuevo nuestros caminos, frente a la estatua de Gardel. Ella continúa a dejar algunos documentos y yo a atender mis asuntos, antes de que se cumpliera la hora del café. Pasó tanto en tan pocos minutos.

Hacía casi un año no la veía, y hacía un poco más había pasado uno de los ángeles de Silvio para arrebatarme a aquella mujer que una vez amé, y que con un sorbo de café y con mi alma estremeciéndose, supe que nunca dejaría de amar. ¿Será que estoy derrotado o será que el destino nos dará una nueva oportunidad alguna vez?


                                                                                                                          
                                                                                                                                                                       por: Mario Vargas B.

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