lunes, 4 de mayo de 2015

Caricias

Ni tan siquiera sus risas y sueños
le hacen olvidarla, es casi imposible pedirle a un gallo
que no cante, al fuego que no queme o al amor que no duela.

No basta la quietud de la inmensidad;
más su suave recuerdo aún desagarra aquel momento,
en que suave como el diente de un león desnudó su corazón al viento.


Vida sabía, vida maestra que das lo que no agradezco
y anhelo lo que no merezco.
Pues olvidarla solo depende de ella…

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